En la ingeniería de depuración de aguas servidas existe un elemento
hidráulico llamado estanque de tormentas. Enormes depósitos del tamaño de un
estadio de futbol construidos debajo de ciudades con altas precipitaciones como
Tokio, Madrid, en las que las aguas de lluvia son almacenadas para su posterior
tratamiento antes de regresarlos a los ríos. Los estanques filtran la suciedad
que arrastran las primeras horas de lluvia. Polvos, plásticos y demás restos
sólidos que de otra manera terminarían contaminando los ríos y mares, son
retenidos en el fondo de los estanques y dispuestos luego en rellenos
especiales e inocuos. Pero también sirven para regular el caudal de tratamiento.
Pasada la tormenta, el enorme volumen de aguas sucias es tomado de a pocos, en
los litros por segundo para las cuales las plantas de tratamiento fueron
diseñadas, y son depuradas con precisión y tranquilidad. Lo descubro asombrado
en el curso de depuración de aguas que estoy llevando. Para alguien que vive en
una ciudad ubicada en medio del desierto, para los habitantes de una ciudad en
la que nunca llueve, saber de este tipo de estructuras es como ver las nuevas
fotos marcianas del Curiosity. Pero ojalá también nosotros tuviéramos un
estanque de tormentas. Nosotros individuo, nosotros sociedad. Un depósito
subterráneo donde retener las basuras, donde regular nuestra capacidad de depuración.
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