lunes, 12 de septiembre de 2011

Pasaje Rómpete el Alma

Si en estos días de invierno vas al norte de Lima y llegas a Independencia, mira bien hacia los cerros. Arriba, bien arriba, perdida en el manto plomo de densas neblinas, verás un lugar llamado “Pampa de Cueva”. Y si te da por caminar, caminar y caminar en esa dirección, verás unas calles, unas casas que se aferran a los cerros, a las rocas, como alpinistas. Y si trepas, trepas y trepas y te adentras en la neblina hasta llegar a una vía que se sube en zigzag, la última, la que araña las rocas y se va para el cielo, entonces habrás llegado al “Pasaje Rómpete el Alma”. Ahí pregunta por la Sra. Marroquín. Alguien te llevara hasta ella. Te invitará a su casa y te contará la historia de esos lugares. Te dirá que hace más de treinta años que vinieron a vivir a esas quebradas y que entonces el invierno no era tan frío. Hará una cola de caballo con su larga cabellera cana, se arreglará y se pondrá sus tacos negros de cuer

o, rengos y jorobados de tanto andar, pero bien lustrados; y te invitará a caminar con ella por esas montañas. Y te contará su vida. Te contará que a sus 75 años acaba de graduarse de técnica en enfermería y que ahora estudia computación. No sabrás qué decir.

Pero comprenderás porque ese pasaje se llama así, porque ahí el mundo está al revés. Tan al revés que los cerros de Lima son verdes, un verde clorofila, un verde vida, un verde en medio de tanto desierto.