sábado, 18 de julio de 2009

A mis trentidiez

No recuerdo que estaba yo haciendo dos días después de haber nacido, pero recuerdo bien que Neil Armstrong caminaba en la Luna. Hace cuarenta años de eso, aunque yo prefiero decir trentidiez. «Este es un pequeño paso para un ser humano, pero un paso enorme para la humanidad», dijo Neil después de estampar la huella de sus botas en la arena lunar. Que esas inspiradas palabras le brotaran de la boca antes de ponerse a dar brincos en cámara lenta sobre aquel arenal, y después de haberse cansado de ver la tierra en medio de la noche del universo, se entendió; pero lo que dijo al final de su transmisión, no. «Buena suerte, Mr. Gorsky», fue la frase que soltó al final de su misión. La prensa trató de averiguar a qué venia aquel comentario. Algunos funcionarios de la NASA decían que era una frase trivial, otros que se trataba de una falla en la transmisión de radio, y otros, más acuciosos, afirmaban que era un saludo cachasiento para algún cosmonauta soviético que por aquel entonces también rondaban por el espacio; sin embargo, verificaron que no existía ninguno con ese nombre ni siquiera en el programa especial norteamericano.
Durante años le preguntaron a Armstrong por aquel comentario, y durante años también obtuvieron sólo una sonrisa cómplice como respuesta.
Recién en 1995, durante una entrevista en Tampa, Florida, Armstrong se animó a explicarlo. Dijo que como Mr. Gorsky había muerto hace varios años, podía contar la verdadera historia. Resulta que una tarde del verano de 1938, cuando Armstrong era un niño y estaba jugando baseball con su hermano en el patio trasero de uno de los tantos suburbio de Ohio en que vivió (su padre era un auditor estatal y por eso se mudaba periódicamente), la pelota terminó aterrizando cerca a la ventana del dormitorio de los Gorsky, que eran sus vecinos; el pequeño Neil se aproximó con sigilo para recuperarla pues los Gorsky no eran precisamente gente que amara la invasión de su propiedad. Cuando se agacho a recoger la pelota, escucho que la esposa le gritaba a Mr. Gorsky: «¿Sexo oral? ¡¿Quieres sexo oral?! ¡Tendrás sexo oral cuando el hijo del vecino camine en la luna!».
Moraleja: «Las mejores promesas son esas que no hay que cumplir».