martes, 8 de septiembre de 2009

Regresando de Nuevo Amanecer

«Le dimos 5-3 a los uruguayos», dice don Juan de la Vega mientras maneja la camioneta que nos trae de regreso del “A. H. Nuevo Amanecer”, en las alturas de Pampa de Comas. «Éramos un equipazo: Asca, Fleming, Fernández en la defensa; Benítez, Grimaldo y yo en la volante; Gómez Sánchez, Loayza, Joya, Terry y Seminario adelante», dice repasando la conformación del seleccionado peruano en el sudamericano de 1959 como si el campeonato hubiese sido ayer. «Ahí le empatamos 2-2 a los brasileños, los campeones mundiales de Suecia 58», agrega con tranquilidad, mientras sortea los baches de tierra de las obras de pavimentación en la Túpac Amaru. «Cinco minutos más y les ganábamos», afirma con la seguridad con que adelanta los trenzados buses que saturan la avenida.
Mediana estatura, delgado cuerpo: nada hace notar los 75 años que lleva encima. Cuando cumplió 17, lo llevaron a jugar como volante al Alianza Chorrillos y de ahí se lo llevaron para el Ejército. Tres años pasó haciendo su servicio obligatorio, al lado de Mauro Mina, aquel boxeador chinchano que en 1965 llegó a ser el numero uno del ranking de la MBA. «A él y a mí nos daban permiso para hacer nuestro deporte», recuerda don Juan al pasar por Hábich. De ahí pasó a defender los colores del Carlos Concha, el Mariscal Castilla, el Octavio Espinoza, Alianza Lima y la selección peruana. Capitán. Ni más ni menos. En 1959 lo convocaron al Monterrey de México, pero su pase valía tanto que los mexicanos no pudieron pagar. En 1969, jugando por el Octavio Espinoza de Ica, una lesión en la rodilla lo dejó fuera del gramado. «Ese año estuvimos piñas -dice don Juan, frotándose la pierna-. Bazán se rompió las costillas y yo, la rodilla. Ya no pude ir a México 70», agrega lamentándose con la cabeza como si todavía le doliera la rodilla y el corazón.
“Nuevo Amanecer”. Así se llama el asentamiento humano al que don Juan me ha llevado por la mañana para revisar un proyecto de agua potable y alcantarillado. Es la primera vez que hemos salido a trabajar juntos. Partimos de La Atarjea, seguimos por la Panamericana Norte, Túpac Amaru, luego la empinada pista de “Pasamayito” hasta llegar a Pampa de Comas. Escaleras de piedra, calles angostas de tierra, casas de ladrillo sin columnas sobre la panza de unos cerros de granito. Desde ahí, Lima se ve más sedienta que de costumbre. Casi tan sedienta como la hinchada peruana que hace más de 27 años no sabe lo que es estar en un mundial de futbol. “Nuevo Amanecer”. El nombre parece una exigencia. Una plegaria. Un sueño. 9 goles a favor, 28 en contra, 10 puntos, últimos en la tabla de posiciones.
Con el dinero de su primer contrato como futbolista, don Juan se compró un terreno en Chorrillos. El segundo, se lo entregó completito a su madre. «Para pagar el estudios de mis once hermanos. Dios no me deja mentir», jura para que no queden dudas. Desde que hemos salido de La Atarjea hemos hablado de todo, menos de fútbol. Ahora, mientras regresamos, sólo hablamos de aquello. Maneja la camioneta como quien conduce un balón; se detiene, cuida su derecha, driblea los autos y acelera. «¿Cómo vamos a pedirle a Pizarro, a Guerrero, a Vargas que hagan goles con un seleccionado tan mediocre?», se pregunta con autoridad. «Ellos hacen goles en Europa porque allá tienen monstruos que le hacen buenos paces, balones precisos, medios goles», se responde, también con autoridad.
El 10 de marzo es una fecha especial para don Juan. Un 10 de marzo de 1934 nació en Chorrillos, y un 10 de marzo de 1959 enfrentó a la selección brasileña de futbol más grande de todos los tiempos. Castilho, Paulinho, Bellini en la defensa; Nilton Santos, Zito, Orlando en la volante; Dorval, Didí, Henrique, Pelé y Zagallo en la delantera, casi el mismo equipo que ganó el mundial Suecia 58. En esa época el futbol era diferente: se jugaba con delanteros, se jugaba con apasionamiento y se jugaba sin televisión. Por eso no hay videos de don Juan. «Nos entrevistaban por radio», dice y recuerda aquella que le hicieron a su madre antes del partido con Brasil. «Mono, hoy tenemos que ganar. Dale duro a los brasileños», dijo doña María por las ondas de radio, para que todo el Perú lo oyera. Y lo oyeron. Como oyeron los dos goles de Seminario con que Perú empató luego de ir perdiendo. Cinco minutos más y les ganábamos. Como le ganamos ese mismo año a Inglaterra. 4 a 1; 5 a 3 a los uruguayos.
«Este fin de semana me voy a encontrar con el nene Cubillas», dice entrando a La Atarjea. «Con Challe, Casaretto, el Muerto Gonzales, Chito La Torre, Cachorro Castañeda, Chumpitaz, Risco, Julio Melendez. Vamos a estar en la pollada de mi compadre Luis Cruzado que está enfermo». La camioneta acelera con paciencia hasta llegar a la oficina del Equipo Proyectos de SEDAPAL. Yo bajó. «El lunes le traigo la foto que me tomé con Pelé», me dice al despedirse. Yo me quedo preguntando, ¿en que momento se jodió el futbol en el Perú?