Solo
puedo usar el ojo izquierdo. Una carnosidad ocular que amenazaba invadir la
iris y dejarme la visión del cielo con eternos nubarrones, me ha obligado a
tenderme en una cirugía. Un parche gordo que deberé usar durante dos días, me
cubre el ojo derecho y me impide ver como debiera. Pensé que sería un asunto más
llevadero, pero desde que me retiré de la sala de operaciones el
ángulo de visión se ha reducido y siento que la distancia de las cosas se ha trastocado y hasta caminar me resulta dudoso. Nada de leer, nada de escribir. Nada
de sol, nada de alcohol, me dijo el doctor en un tono más bien cómplice y, sin
embargo, aquí estoy frente a la computadora tratando de avanzar la corrección
de mi novela, presionando las teclas con torpeza, una por una, como si usara el
teclado por primera vez. Y no, no se puede escribir. Entonces me acuerdo de mi
pata Tomasini que decía que el secreto para no ver doble y evitar sacarse la
mierda de borracho era imaginarse una línea recta y caminar tapándose un ojo. Entonces
hago como que estoy borracho. Hago como
que veo doble y que estoy con mis patas de la UNI, bebiendo en una de las fiestas de Civiles.
En círculo, alrededor de nuestras mochilas. No estoy borracho, un poco picado
nomás. Lo suficiente como mantener la cordura, activar la chispa y romper la
timidez. Cierro el Word, abro el Youtube y pienso en alguna canción que no haya
escuchado hace años. No sé por qué me viene a la cabeza “Signos” de Soda Stereo.
Escojo esa canción, la versión original,
la del delay escalado, la del álbum del ochenta y seis. Suenan las notas y ahí,
al otro extremo del patio de Civiles, entre el mar de estudiantes, se aparece
la de Geología. La de cabellos canela, ojos café y sonrisa blanca. Ella y sus amigas
se abren paso entre la gente como buscando un rincón donde recalar. La he
mirado desde hace rato, desde que yo y mis patas hemos llegado a la fiesta. Ahorita
vengo, loco, le digo al loco Cerrón; ya vengo, voy a tonear. Camino hasta ella
que se nota que quiere bailar esa canción porque le gusta Soda: la he escuchado
hablar de la banda en la cola del comedor, la he escuchado decir que el
concierto más paja al que ha ido ha sido el de Soda Stereo en el Amauta y que
quería saber qué efecto es el que usa Cerati para tocar Signos. Hola, ¿bailas?,
le digo sin titubear: estoy con unos tragos, pues, se me ha ido la timidez. ¡Es
tarde, ya me voy!, me grita ella al odio porque los decibeles apenas nos permiten
hablar. ¡Bailamos y te cuento que efecto usa Cerati en esta canción!, le grito
yo también al oído y el olor de champú Clinic de su cabello me llena el
cerebro. Me sonríe. Me ha reconocido. Soy el pata de lentes redondos a lo John
Lennon, ahora sin lentes, que estaba al lado de ella y sus amigas en la cola
del comedor cuando hablaban de rock. El mismo que se notaba que quería meter su
cuchara en la conversación, pero no se atrevía; el mismo que fingía leer. Sonrío,
noto que también ella está picada. Mira a sus amigas como pidiendo su
aprobación. Las amigas aprueban y entonces ella mueve los hombros diciendo que
sí. Le pide que la esperen unos minutos, que va a bailar un toque, que ya
regresa. Me guía hasta el centro del patio y empieza a bailar. Bailando Signos
de Soda Stereo, la versión original, la del delay escalado. Y mueve las manos, la
cintura, la cabeza, como en la fiesta de Química cuando la vi por primera vez.
Hace años, hace años de eso. ¡Es un delay!, le grito al oído. ¡El efecto que
usa Cerati en esta canción es un delay! Sonríe de nuevo. Arquea las cejas para expresar
que está sorprendida con el dato. ¡¿Tocas guitarra eléctrica?!, me grita al
oído. ¡Sí, tengo mi banda!, respondo y extiendo una mano, pongo la otra en el
vientre y hago como que estoy tocando la guitarra, como si fuera yo quien está haciendo
el tan, tan, tan, tan, con el delay. ¡Si estás oculta, ¿cómo sabré quien eres?,
me amas a oscuras, duermes envuelta en redes!, le canto. La miro. La admiro.
¡Signos, mi parte insegura. Bajo una luna hostil, signos, signos!, grita ella también.
Se contornea, se da vuelta, regresa a mirarme. Me sonríe, me coquetea. Los dos
estamos picados, pues, hemos tomado un poco, los dos hemos mandado a la mierda la
timidez. Luego busco otra canción porque ella ha aceptado seguir bailando. Y me
presenta a sus amigas. Y hablamos de música y de literatura porque a ella también
le gusta escribir y ese día de la cola en el comedor se dio cuenta que yo estaba
leyendo a Rimbaud. Y tomamos. Un poco nomás, un poco. Y nos reímos. Y ella ya no
se quiere ir de la fiesta porque tendremos dos días sin leer, dos días sin escribir y dos días es un laaaaargo tiempo.