lunes, 11 de julio de 2011

Para el ingeniero Cuadros

Ingeniero, a usted que dice que le gusta andar escribiendo, a ver si se le ocurren unas palabras para grabarlas en la gota de agua que le vamos a regalar al Ingeniero Cuadros, ahora que nos deja y se va a trabajar a Ate, me dice un compañero de trabajo de un momento a otro. Entonces yo, que más que andar escribiendo, ando pensando, entro en un dilema tremendo porque si para sintetizar uno de los tantos proyectos que manejo en el trabajo, en “Resumen Ejecutivo” que le dicen, me tomo varias hojas y varios días, resulta mil veces complicado abreviar a alguien en unas pocas palabras. Entonces me siento frente al teclado y mientras el cursor late y late como un corazón en la pantalla, me acuerdo de la primera vez que entré a trabajar a esta empresa, allá por 1997, y de la primera vez que mi jefe me envió a coordinar con el Equipo Proyectos. Te vas urgente a La Atarjea y lo buscas al Ingeniero Cuadros para que te explique en qué va lo de «Los Sureños», me dijo mi jefe y me mandó raudo en su camioneta blanca. Recuerdo que mientras viajaba, miraba el plano de Puente Piedra y me preguntaba qué eran todas esas líneas y esos círculos que cortaban las calles de Puente Piedra como hilos de una telaraña para, dice, dotar de agua potable y alcantarillado a pueblos con nombres tan fantasmales como «Fundo Gallinazos», «Los Sureños» porque, por más que uno venga recién salido de la universidad, recién graduado y todo, esos códigos técnicos no dejaban de ser intimidantes porque una cosa era jugar al ingeniero y otra serlo de verdad. El hecho es que llegué a La Atarjea y de arranqué me retuvieron como media hora en la garita porque aún no tenía mi fotocheck y luego el peloteo de aquí y allá porque no conocía a nadie hasta que alguien se apiadó de mí y me llevó al EPy y ante el Ingeniero Cuadros. Dime, socio, me dijo y me ofreció una silla. Entonces le dije que recién había entrado a trabajara al Equipo Técnico Norte y que necesitaba información de las obras generales de Puente Piedra porque teníamos el documento de un congresista que prácticamente nos amenazaba con desollarnos vivos sino le dábamos los servicios a “sus pobladores” y que por el amor de Dios me ayudara porque era mi primer trabajo y yo no sabía ni dónde estaba parado. Entonces sin conocerme, a diferencia de otros que me negaban información, de entre un fajo de fólderes amarrados, sacó un fólder anaranjado y de ellos, a su vez, sacó unos planos; de esos azules, antiguos, dibujados a mano, y en treinta minutos me enseño la hidráulica que mi profesor de mecánica de fluidos no pudo enseñarme en dos ciclos en la UNI. Y así, explicándome y explicándome; socio por aquí, socio por allá, me hizo sentir como si ya llevara años trabajando en él. Y bueno, ahora, después de casi quince años de conocerlo, estoy frente a la computadora sin saber cómo decirle buena suerte en su nuevo puesto de trabajo; y entonces me acuerdo de Joan Manuel Serrat que decía: “voy tratando de crecer y no de sentar cabeza”; y me acuerdo que cuando leí esa frase, no sé por qué me vino a la cabeza la imagen de un chorro de agua juntándose a otro chorro de agua y a otro y a otro hasta que me imaginé un río y luego el mar. Entonces pienso que la vida es como una sucesión de chorros de agua que se van juntando y juntando; y luego creciendo y creciendo hasta convertirse en un río y luego en el mar. Por fin escribo: «Para el Ingeniero Guillermo Cuadros, que lo mismo que el agua, va tratando de crecer y no de sentar cabeza». Mucha suerte en su nuevo trabajo. Firmado, sus compañeros y amigos de siempre.