lunes, 20 de junio de 2011

Recuerdo que una vez estuve enamorado

I.
Mi amiga dice que tiene un amigo que dice que sus padres, en un pueblito de la sierra, cuando jóvenes, se casaron en un matrimonio arreglado. Dice que una vez su mamá le contó que al principio no entendía porqué la obligaban a vivir con un hombre que no conocía y al que no había elegido y que por eso a la primera que pudo, días después de la boda, se escapó. Y dice que el esposo se dio cuenta de la fuga y que corrió tras ella unos cerros hasta que la alcanzó y le rogó que no lo dejara. Qué van a decir de mí mis amigos, mi familia, se van a reír: mira, lo han abandonado. Entonces dice que la mamá se compadeció de él y pensó que a lo mejor debería quedarse unos días hasta conocer un poco a su esposo porque a lo mejor era un hombre bueno, y si resulta que era un hombre malo, se volvía a escapar. Entonces dice que al día siguiente ella salió a pastar las vacas y que él se fue a la chacra; y que en una de esas la mamá sintió que alguien le tiraba piedritas oculto en el matorral y dice que ella se rió cuando se dio cuenta que el de las piedritas era su esposo y que después se acercó a ella y se pusieron a conversar mirando las chacras, los cerros, las vacas. Entonces dice que conversaron, conversaron, conversaron y que poco a poco lo fue conociendo, conociendo, conociendo y que también poco a poco se fue enamorando, enamorando, enamorando y que ya nunca más se quiso escapar.

II.
Mi amigo dice que cuando vino de Huaraz se fue a vivir a Independencia. Y dice que los primeros días su mamá se la pasó buscando vacante en los colegios del norte de Lima y que nadie lo quería recibir porque hace semanas que habían empezado las clases, hasta que al final el único colegio que lo recibió fue uno que estaba a espaldas de la UNI. Entonces dice que para ganarse la vida su mamá puso un restaurante, ahí cerca, y que mi amigo le ayudaba limpiando, barriendo, atendiendo a la gente y que así fue como conoció a unos universitarios que se volvieron sus caseritos y que por eso le enseñaban matemáticas gratis. Y dice que luego se hicieron amigos y que lo llevaron a estudiar a la academia que tenían dentro de la universidad. Dice que de tanto estudiar, estudiar y estudiar mi amigo se fue transformando en el más chancón y que por eso el Director lo mandó a las olimpiadas de matemáticas representando a su colegio. Entonces sus amigos universitarios le enseñaron más y más matemáticas y que mi amigo aprendió, aprendió y ganó las olimpiadas. Y dice que cuando regresó a su colegio y se enteraron de la noticia, todos los alumnos lo llevaron cargado en hombros por el patio como si fuera un santo en procesión. Dice que él recuerda mucho ese momento porque era como si hubiera sido campeón del mundo, como si todo ese mar de cabezas que lo acompañaban hubieran campeonato con él. Pero dice que se acuerda más de ese día porque en una de esas que miraba por aquí, miraba por allá, en medio del mar de caras que lo acompañaban, vio el rostro de una niña que lo miraba diferente. Y dice que desde ese día pensó mucho en esa chica y que luego averiguó quién era, que la buscó y que fue su enamorada. Y dice que al siguiente año él ingreso a la UNI, le siguió ayudando a su mamá en el restaurante y que cinco años después, cuando terminó la universidad, se casó con aquella chica que lo miraba diferente.

III.
Mi otro amigo dice que una vez su pata lo llamó triste porque su enamorada lo había terminado de nuevo. Y dice que él le dijo que se deje de cojudeces porque mujeres hay como cancha y que ya iba encontrar una que de verdad lo quiera. Entonces dice que su pata le dijo para ir al cine porque no quería estar metido en su casa pensando huevadas. Dice que, como era domingo, las calles estaban vacías así que salieron tranquilos en el carro de su pata y cuando estaban pasando por Universitaria vieron dos chicas buenazas paradas en el paradero de San Germán. Dice que su pata le dijo: vamos a levantarnos a ese par de flacas, huevón, y detuvo el carro, pero dice que las chicas se asustaron tanto que se subieron al primer bus que apareció. Entonces dice que su pata bajó del auto y en el parabrisa posterior que estaba empolvadazo de semanas y semanas que no lavaba su carro por andar pensando en su ex, escribió el número de su celular y se puso a perseguir al autobús para que las flacas anotaran el número. Dice que desde San Germán las persiguieron hasta José Granda y que todo el mundo los miraba como si fueran dos borrachos locos en carrera hasta que el autobús dobló por la avenida y se perdió. Y dice que a la media hora una de las flacas llamó al celular y le dijo: oye, qué diablos te pasa, por qué nos persigues si no te conocemos. Entonces dice que su pata le dijo a la flaca que él sí la conocía de un sueño que una vez tuvo de chiquito y que a ella eso no le causó gracia y ahí nomás le colgó. Pero dice que por la noche, ya después del cine y todo eso, su pata la llamó a la flaca y le dijo que le disculpara si se habían asustado, que él no acostumbraba hacer esas locuras, pero que lo había hecho porque ella era muy guapa y que si no hubiera hecho lo que hizo ella nunca hubiera sabido de su existencia. Dice que le invitó a salir para que se conozcan, pero que la flaca no atracó. Entonces dice que su pata, hablando y hablando, le hizo reír y reír hasta que la flaca aceptó; y que a los tres días se encontraron. Y dice que en el encuentro la llevó a cenar y otra vez la hizo reír, reír y reír y que al final de todo, se la chapó.

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