lunes, 1 de marzo de 2010

Corazón Delator

Goya esta de vacaciones en Lima. Así como ella me lleva a pasear por los rascacielos y las autopistas del primer mundo cada vez que la visito en los EEUU, ahora me toca a mí pasearla por las calles y parques de la Lima Bizarra. Paso por su departamento para recogerla. La encuentro entretenida frente a su laptop y sentada en el sofá de la sala. Ven, me dice cuando me ve aparecer. Mira esto, te va a gustar. Me siento a su lado. En la pantalla, la imagen detenida de un video de youtube muestra un corazón ensangrentado en medio del pecho abierto de un hombre. ¡Yac!, digo con cara de horror al ver semejante cosa. ¿Qué es eso? Espérate, pues, responde y pica la señal de play. La imagen cobra movimiento. El corazón late como el cuello de un sapo que está croando. De pronto, el órgano comienza a temblar como un globo que se desinfla en segundos. Lanza sus últimos estertores, da espasmos cada vez más pausados hasta que se detiene por completo. Entra en escena una mano vestida de guante de hule blanco. Frota el corazón como quien frota la cabeza de un niño. El órgano vuelve a temblar y empieza a latir, pero esta vez lo hace de un solo lado; intenta recobrar su función normal, pero no lo logra. La tembladera se apodera de él otra vez y vuelve a dar espasmos. Otra mano vestida de hule entra a escena. Ahora las dos manos sujetan unos objetos en forma de cucharitas y atenazan el corazón por los costados como quien pone unos bornes en una batería del automóvil. Sueltan una descarga eléctrica y el corazón salta como si lo despertaran de un profundo sueño; vuelve a latir como al inicio hasta que el video se detiene.
La imagen me deja conmovido. ¿Cómo la vida y la muerte pueden pender de un solo latido? ¿Cómo todo lo que hemos construido en años y años de vida se puede detener como quien activa o desactiva una batería? ¿Cómo todo lo que somos, lo que hemos vivido y sentido se puede acabar en un último espasmo, en un último pálpito, en un último suspiro? La imagen del tembloroso corazón se queda en mi retina como el fantasma de la luz de un flash. Goya se mata de risa al ver mi cara de espanto. Es un corazón enfermo, me explica mientras sigue estudiando para el examen de fisionomía del corazón que debe rendir cuando regrese a los EEUU. Es un corazón con fibrilación ventricular que a consecuencia de la alteración de electrolitos ha tenido un infarto al miocardio; y eso que viste es una reanimación cardiopulmonar con una descarga de eléctrica de 200 voltios, dice con la mayor naturalidad del mundo.
Conduzco el Elefante Verde de regreso a casa después de dejar a Goya en su departamento. Es más de medianoche y Faucett está casi desierta. En esas condiciones conducir es un placer. Subo el volumen al equipo y el compás del«Year of the knife», de Tears For Fears, parece coincidir con la velocidad con que pasan ante mí los ojos de gato que alinean la autopista. Canto (es un decir). A la canción le sigue ahora «Corazón Delator» de Soda Stéreo. La imagen del corazón enfermo me asalta como un auto que viene en contra. No puedo evitar imaginar mi propio corazón dando sus últimos estertores, temblando, pugnando por no detenerse. Me aterro. A diferencia del cerebro, el estómago o los pulmones, por citar algún órgano, el corazón nunca se detiene: el día que lo haga simplemente no existiremos; es el órgano al que siempre sentimos viviendo dentro de nosotros todo el tiempo; cuando nos agitamos, cuando nos asustamos, cuando nos emocionamos; cuando dormimos, cuando despertamos. Es el órgano que pareciera tener personalidad, identidad, decisión propia y el que mejor nos resume. «Es un tipo de buen corazón», decimos para catalogar a alguien de manera hasta moral. «Te doy mi corazón» decimos para ofrecernos a otro en busca de felicidad. El corazón es uno mismo embalado dentro de un globo del tamaño de un puño.
El video que me mostraste el otro día me ha asustado, le confieso a Goya días después mientras la llevo a otro lado de la Lima Bizarra. Hay, Uli, me responde con la bondad con que hablan las enfermeras de buen corazón. No te preocupes: tu corazón te durará toda la vida. Mi corazón delator lo entiende; mi cerebro torpe, no.

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