La
multitud ocupa las cuatro esquinas de la plaza de armas de Colcabamba como en
un circo romano. Aplauden. Las danzantes de tijera entran a la arena y
comienzan a bailar en honor al Niño Jesús. Sí, las danzantes, mujeres danzantes
porque, a diferencia de los ochentas cuando yo era un niño en este pueblo,
ahora danzar tijeras no es exclusividad de los hombres. «Antes los mayordomos
tenían que ser viudas, para que cuiden todo el año al niño Jesús», me explica
un Colcabambino. «Ahora, ya no». Supay Demonia, del barrio Zanco, con su falda
roja de flecos amarillos, polo negro y guantes fucsias, saluda al pueblo
tintineando las tijeras, mirando el cerro Pasorcco. Luna Radiante, del barrio
Maras, hace lo mismo mirando el Waychao y comienzan el Atipanacuy del 2013, el
campeonato de danzantes de tijera de Colcabamba, en Tayacaja, Huancavelica. Se
arrodillan, zapatean, saltan en un pie al compás de las tijeras y la música de
un arpa y un violín. La música que también reclama su derecho a los nuevos
tiempos porque ahora ya no llena el recinto al viento, sino a todo volumen desde un
amplificador. El arpista viste jeans, zapatillas, cuelga un celular del cuello;
el violinista, sobrero de ccorpa, pantalón de tela y casaca adidas. El resto no
parece haber cambiado. Los niños todavía miramos absortos a los danzantes como
si viéramos la reencarnación de algún dios chanka. Supay Demonia se
contorsiona en el suelo como un lagarto y danza mordiéndose un pie. Luna
Radiante se tira de espaldas y danza apoyando el cuerpo en los pies y las manos
como una gigantesca araña. La danza aumenta en complejidad hasta que, media
hora después, pasan a las pruebas de valor. Luna Radiante se echa al pavimento
y ordena a su violinista bailar sobre ella; Supay Demonia alinea el arpa al
centro de la arena y danza sobre el instrumento, parada de cabeza sobre el
diapasón. ¿En qué piensas cuando danzas?, le pregunto a Supay Demonia, por la
mañana, horas antes del Atipanacuy. «Bailar con ganas, pue, ¿no?», dirá con una
sonrisa de niña-mujer, con el cabello en trenzas francesas, vestida con su traje
de danzaq frente a mi cámara de video. «Sientes pue en el corazón, sientes que
te gusta, te gusta la danza cuando uno danza». Luna Radiante toma un filamento
de fierro, se atraviesa la piel de los codos y danza colgando de ella una caja
vacía de cervezas. Sangra. Supay Demonia rompe botellas de vidrio con sus
tijeras, se quita el polo, se queda en sostén y danza de espaldas sobre el
colchón de vidrios punzantes. Sangra. ¿Y por qué Supay Demonia? ¿Por qué llamarse
Demonia?, le pregunto. «Es que así me ha puesto mi papá», responderá con otra
sonrisa mientras explica que su padre, sus tíos también son danzantes y que ella lo hace desde los ocho años. Luna Radiante se atraviesa los
carrillos con una hoz y danza alrededor de la arena. Sangra. Supay Demonia pide
a sus músicos que suban sobre ella y la compriman sobre el colchón de vidrios.
Se yergue. Sobre su espalda aun quedan clavadas algunas espinas de vidrio.
Sangra. ¿Por qué una mujer debería bailar danza de tijeras?, le pregunto. «Es
que nos gusta a nosotros, pue. Porque antes, antiguamente, las mujeres bailaban
zapateo nomás. Ahora hacemos pruebas también», responderá otra vez riendo.
Bonita descripción. Felicitaciones.
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