sábado, 9 de abril de 2011

Human

¿Que qué hago hablando solo? Bueno, qué quieres también pues, flaquita: más de dos horas esperando a que The Human League salga por fin al escenario, y con tres chelas dentro de mí, cualquiera termina medio ebrio y hablando solo, ¿no? Pero, bueno, Human League es Human League, pues, y uno lo espera con paciencia, con ansiedad porque sabe lo que es esa música, porque sabe lo que vale esa banda y porque seguramente va a ser la única vez que uno lo verá en su vida. ¿Que qué hago con estas llaves en la mano? Bueno, flaca, es que apenas entré al concierto me vine aquí, al lado de la consola, como polilla que vuela a una vela, para mirar o mejor dicho para admirar al ingeniero de sonido y ver cómo maneja esas computadoras, esos controles, esas luces; para ver cómo este compadre gobierna el escenario y hace que la banda suene como está sonando; y bueno pues, en una de esas que miro al suelo, me encuentro estas llaves. No me encontré una billetera, un cheque, unas monedas, no; soy tan piña que yo me encuentro llaves, ves; y bueno la tengo colgada en la mano por si alguien la ve y las reclama porque imagino lo jodido que debe ser querer abrir dos puertas sin estas dos llaves y a las tres de la mañana, porque esto, mínimo, terminará a las tres. Y ni para pedirle al ingeniero de sonido que pregunte por los altoparlantes de quién son estas llaves. ¿Imaginas que Philip Oakey deje de cantar para decir: ¿has anybody lost these keys? ¿Te imaginas? ¿Y te imaginas que una de estas 3000 almas que nos rodean, uno de estos 3000 locos que se visten de negro como si aún siguiéramos en los ochentas diga: yo, yo, yo y suba corriendo al escenario? Bueno, tuyos no son porque yo te vi desde que llegaste. Y vi cómo saltaste de emoción cuando Okey apareció vestido como un monje de loco, de negro, con la cabeza cubierta por una capucha y luego las coristas, también de negro, se acomodaron a sus extremos y empezaron a cantar “Never let me go”; y luego vi como, a medio “Open your heart”, discutiste con tu enamorado, vacilón, amigo cariñoso o lo que sea eso que tienes a tu lado y que desde hace rato está que quiere abrazarte, besarte y tú no lo dejas. Eso es lo que pasa pues, flaca, cuando vienes con alguien que no le gusta esta música, porque se nota que a ese compadre no le gusta nadita el new wave y que está aquí porque tú lo obligaste. Pobre. Mira nada más cómo está de tieso, como si “The Lebanon” le sonara a nada, a silencio, a bostezo. Mira en cambio al resto, mira como se sacuden, gritan, cantando “Don’t you want me”. Mira tú, mira como tiras tus cabellos al aire para gritar: don´t you want me, baby; don´t you want me, oooh. Mira cómo se pone tu carita, tus hoyitos, tu boquita. Se nota, pues, se nota que te gusta esta música. Se notó en cómo bailaste, en cómo cantaste, en cómo alzaste las manos y gritaste ¡uuuuh! al final de “Mirror man”, “Heart like a wheel”, “Love Action”. Y se notó que “Human” te recordó a alguien, a tu ex, o al firme; digo, porque apenas empezó a sonar esa canción, dejaste de sacudir el cuerpo, metiste las manos a los bolsillos; y moviste los pies como quien baila una balada y volviste a empujar al idiota ese que otra vez intentó abrazarte; digo, porque luego encendiste un cigarrillo, diste una calada profunda y, como quien expulsa un suspiro, un mal recuerdo, lanzaste un largo chorro de humo al techo. Y hasta me dieron ganas de sacarte a baliar porque esa canción a mí también me recuerda a alguien, ves. ¿A quién? …Una flaca, pues, una flaca, una que se parece a ti, ves. Una flaca que ojala estuviera aquí para ver si así dejo de lucubrar, mientras el soquete que tienes a tu lado te abraza por detrás y tú por fin cedes, mientras el cabro ese te susurra algo al oído y empieza a besarte. Mientras nadie viene por estas llaves, mientras bebo el último sorbo de mi cerveza y me pregunto dónde, en qué brazos andará en este momento la flaca de la que te hablo. Mientras acaba el concierto, mientras The Human League se despide del escenario, mientras estas 3000 almas vestidas de negro aplauden poseídas por la emoción.